Lectio Divina en familia

Buen Samaritano-Hermanos todos Lc 10,25-37

1) Oración inicial

Dios todopoderoso y eterno, que con amor generoso desbordas los méritos y deseos de los que te suplican; derrama sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por nuestro Señor.

2) Lectura

Del Evangelio según Lucas 10,25-37

3) Reflexión

  • El evangelio de hoy nos presenta la parábola del Buen Samaritano. Meditar una parábola es lo mismo que profundizar en la vida, para descubrir en ella los llamados de Dios. Al descubrir el largo viaje de Jesús hacia Jerusalén (Lc 9,51 a 19,28), Lucas ayuda a las comunidades a comprender mejor en qué consiste la Buena Nueva del Reino. Lo hace presentando a personas que vienen a hablar con Jesús y le plantean preguntas. Eran preguntas reales de la gente al tiempo de Jesús y eran también preguntas reales de las comunidades del tiempo de Lucas. Así, en el evangelio de hoy, un doctor de la ley pregunta: «¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» La respuesta, tanto del doctor como de Jesús, ayuda a comprender mejor el objetivo de la Ley de Dios.
  • Lucas 10,25-26: «¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Un doctor, conocedor de la ley, quiere provocar la pregunta: «¿Qué he de hacer para tener en heredad vida eterna?» El doctor piensa que tiene que hacer algo para poder heredar. Él quiere garantizarse la herencia por su propio esfuerzo. Pero una herencia no se merece. La herencia la recibimos simplemente por ser hijo o hija. “Así, pues, ya no eres esclavo, sino hijo, y tuya es la herencia por gracia de Dios”. (Gal 4,7). Como hijos e hijas no podemos hacer nada para merecer la herencia. ¡Podemos perderla!
  • Lucas 10,27-28: La respuesta del doctor. Jesús responde con una nueva pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley?» El doctor responde correctamente. Juntando dos frases de la Ley, él dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» La frase viene del Deuteronomio (Dt 6,5) y del Levítico (Lev 19,18). Jesús aprueba la respuesta y dice: «¡Haz esto y vivirás!» Lo importante, lo principal, ¡es amar a Dios! Pero Dios viene hasta mí, en el prójimo. El prójimo es la revelación de Dios para conmigo. Por esto, he de amar también a mi prójimo con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi fuerza y con todo mi entendimiento.
  • Lucas 10,29: «¿Y quién es mi prójimo?» Queriendo justificarse, el doctor pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» Él quiere saber para él:»¿En qué prójimo Dios viene hasta mí?» Es decir, ¿cuál es la persona humana prójima a mí que es revelación de Dios para mí? Para los judíos, la expresión prójimo iba ligada al clan. Aquel que no pertenecía al clan, no era prójimo. Según el Deuteronomio, podían explotar al “extranjero”, pero no al “prójimo” (Dt 15,1-3). La proximidad se basaba en lazos de raza y de sangre. Jesús tiene otra forma de ver, que expresa en la parábola del Buen Samaritano.
  • Lucas 10,30-36: La parábola:

a) Lucas 10,30: El asalto por el camino de Jerusalén hacia Jericó. Entre Jerusalén y Jericó se encuentra el desierto de Judá, refugio de revoltosos, marginados y asaltantes. Jesús cuenta un caso real, que debe haber ocurrido muchas veces. “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto.”

b) Lucas 10,31-32: Pasa un sacerdote, pasa un levita. Casualmente, pasa un sacerdote y, acto seguido, un levita. Son funcionarios del Templo, de la religión oficial. Los dos vieron al hombre asaltado, pero pasaron adelante. ¿Por qué no hicieron nada? Jesús no lo dice. Deja que nosotros supongamos o nos identifiquemos. Tiene que haber ocurrido varias veces, tanto en tiempo de Jesús, como en tiempo de Lucas. Hoy también acontece: una persona de Iglesia pasa cerca de un hombre sin darle ayuda. Puede que el sacerdote y el levita tengan una justificación: «¡No es mi prójimo!» o: «Él es impuro y si lo toco, ¡yo también quedo impuro!» Y hoy: «¡Si ayudo, pierdo la misa del domingo, y peco mortalmente!»

c) Lucas 10,33-35: Pasa un samaritano. Enseguida, llega un samaritano que estaba de viaje. Ve, es movido a compasión, se acerca, cuida las llagas, le monta sobre su cabalgadura, le lleva a la hospedería, da al dueño de la hospedería dos denarios, el sueldo de dos días, diciendo: «Cuida de él y si gastas algo más te lo pagaré cuando vuelva.» Es la acción concreta y eficaz. Es la acción progresiva: llevar, ver, moverse a compasión, acercarse y salir para la acción. La parábola dice «un samaritano que estaba de viaje». Jesús también iba de viaje hacia Jerusalén. Jesús es el buen samaritano. Las comunidades deben ser el buen samaritano.

  • Lucas 10,36-37: ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” Él dijo: “El que practicó la misericordia con él.» Le dijo Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.” Al comienzo el doctor había preguntado: “¿Quién es mi prójimo?” Por detrás de la pregunta estaba la preocupación consigo mismo. El quería saber: «¿A quién Dios me manda amar, para que yo pueda tener paz en mi conciencia y decir: Hizo todo lo que Dios me pide: «¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» La condición del prójimo no depende de la raza, del parentesco, de la simpatía, de la cercanía o de la religión. La humanidad no está dividida en prójimo y no prójimo. Para que tu sepas quién es tu prójimo, esto depende de que tu llegues, veas, te muevas a compasión y te acerques. ¡Si tu te aproximas, te acercas, el otro será tu prójimo!¡Depende de ti y no del otro! Jesús invierte todo y quita la seguridad que la observancia de la ley podría dar al doctor.
  • Los Samaritanos. La palabra samaritano viene de Samaría, capital del reino de Israel en el Norte. Después de la muerte de Salomón, en el 931 antes de Cristo, las diez tribus del Norte se separaron del reino de Judá en el Sur y formaron un reino independiente (1 Re 12,1-33). El Reino del Norte sobrevivió durante unos 200 años. En el 722, su territorio fue invadido por Asiria. Gran parte de su población fue deportada (2 Re 17,5-6) y gente de otros pueblos fue traída hacia Samaria (2 Rs 17,24). Hubo mezcla de raza y de religión (2 Re 17,25-33). De esta mezcla nacieron los samaritanos. Los judíos del Sur despreciaban a los samaritanos considerándolos infieles y adoradores de falsos dioses (2 Re 17,34-41). Había muchas ideas preconcebidas contra los samaritanos. Eran mal vistos. De ellos se decía que tenían una doctrina equivocada y que no formaban parte del pueblo de Dios. Algunos llegaban hasta el punto de decir que ser samaritano era cosa del diablo (Jn 8,48). Muy probablemente, la causa de este odio no era sólo la raza y la religión. Era también un problema político y económico, enlazado con la posesión de la tierra. Esta rivalidad perduró hasta el tiempo de Jesús. Sin embargo, Jesús los pone como modelo para los demás.

4) Para la reflexión personal

  • El samaritano de la parábola no pertenecía al pueblo judío, pero hacía lo que Jesús pedía. ¿Hoy acontece lo mismo? ¿Conoces a gente que no va a la Iglesia pero que vive lo que el evangelio pide? ¿Quién es hoy el sacerdote, el levita y el samaritano?
    • El doctor pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús pregunta: “¿Quién fue prójimo del hombre asaltado?” Son dos perspectivas diferentes: el doctor pregunta desde sí. Jesús pregunta desde las necesidades del otro. Mi perspectiva ¿cuál es?

5) Oración final

Oración al Creador

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno,
sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas. Amén.

FRATELLI TUTTI-TODOS HERMANOS

RESUMEN GENERAL:

. Fraternidad con hechos

. La fraternidad debe promoverse no sólo con palabras, sino con hechos. Hechos que se concreten en la “mejor política”, aquella que no está sujeta a los intereses de las finanzas, sino al servicio del bien común, capaz de poner en el centro la dignidad de cada ser humano y asegurar el trabajo a todos, para que cada uno pueda desarrollar sus propias capacidades. Una política que, lejos de los populismos, sepa encontrar soluciones a lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales y que esté dirigida a eliminar definitivamente el hambre y la trata.

Un mundo más justo se logra promoviendo la paz, que no es sólo la ausencia de guerra, sino una verdadera obra “artesanal” que implica a todos. Ligadas a la verdad, la paz y la reconciliación deben ser “proactivas”, apuntando a la justicia a través del diálogo, en nombre del desarrollo recíproco. De ahí deriva la condena del Pontífice a la guerra, “negación de todos los derechos” y que ya no es concebible, ni siquiera en una hipotética forma “justa”, porque las armas nucleares, químicas y biológicas tienen enormes repercusiones en los civiles inocentes.

. Acción global. No “a la cultura de los muros”

En el primer capítulo, “Las sombras de un mundo cerrado”, el documento se centra en las numerosas distorsiones de la época contemporánea: la manipulación y la deformación de conceptos como democracia, libertad o justicia; la pérdida del sentido de lo social y de la historia; el egoísmo y la falta de interés por el bien común; la prevalencia de una lógica de mercado basada en el lucro y la cultura del descarte; el desempleo, el racismo, la pobreza; la desigualdad de derechos y sus aberraciones, como la esclavitud, la trata, las mujeres sometidas y luego obligadas a abortar, y el tráfico de órganos (10-24). Se trata de problemas globales que requieren acciones globales, enfatiza el Papa, dando la alarma también contra una “cultura de los muros” que favorece la proliferación de mafias, alimentadas por el miedo y la soledad (27-28). Además, hoy en día, hay un deterioro de la ética (29) a la que contribuyen, en cierto modo, los medios de comunicación de masas que hacen pedazos el respeto por el otro y eliminan todo pudor, creando círculos virtuales aislados y autorreferenciales, en los que la libertad es una ilusión y el diálogo no es constructivo (42-50).

. “Subrayamos que, junto a los progresos históricos, grandes y valiosos, se constata un deterioro de la ética, que condiciona la acción internacional y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad” (29).

. El amor construye puentes: el ejemplo del buen samaritano (Lc 10, 25-37)

A muchas sombras, sin embargo, la Encíclica responde con un ejemplo luminoso, un presagio de esperanza: el del Buen Samaritano. El segundo capítulo, “Un extraño en el camino”, está dedicado a esta figura, y en él el Papa destaca que, en una sociedad enferma que da la espalda al dolor y es “analfabeta” en el cuidado de los débiles y frágiles (64-65), todos estamos llamados – al igual que el buen samaritano – a estar cerca del otro (81), superando prejuicios, intereses personales, barreras históricas o culturales. Todos, de hecho, somos corresponsables en la construcción de una sociedad que sepa incluir, integrar y levantar a los que han caído o están sufriendo (77). El amor construye puentes y estamos “hechos para el amor” (88), añade el Papa, exhortando en particular a los cristianos reconocer a Cristo en el rostro de todos los excluidos (85). El principio de la capacidad de amar según “una dimensión universal” (83) se retoma también en el tercer capítulo, “Pensar y gestar un mundo abierto”: en él, Francisco nos exhorta a “salir de nosotros mismos” para encontrar en los demás “un crecimiento de su ser” (88), abriéndonos al prójimo según el dinamismo de la caridad que nos hace tender a la “comunión universal” (95). Después de todo – recuerda la Encíclica – la estatura espiritual de la vida humana está definida por el amor que es siempre “lo primero” y nos lleva a buscar lo mejor para la vida de los demás, lejos de todo egoísmo (92-93).

. “Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar” (92).

. Los derechos no tienen fronteras, es necesaria la ética en las relaciones internacionales

Una sociedad fraternal será aquella que promueva la educación para el diálogo con el fin de derrotar al “virus del individualismo radical” (105) y permitir que todos den lo mejor de sí mismos. A partir de la tutela de la familia y del respeto por su “misión educativa primaria e imprescindible” (114). Dos son, en particular, los “instrumentos” para lograr este tipo de sociedad: la benevolencia, es decir, el deseo concreto del bien del otro (112), y la solidaridad que se ocupa de la fragilidad y se expresa en el servicio a las personas y no a las ideologías, luchando contra la pobreza y la desigualdad (115). El derecho a vivir con dignidad no puede ser negado a nadie, dice el Papa, y como los derechos no tienen fronteras, nadie puede quedar excluido, independientemente de donde haya nacido (121).

Desde este punto de vista, el Papa recuerda también que hay que pensar en “una ética de las relaciones internacionales” (126), porque todo país es también del extranjero y los bienes del territorio no pueden ser negados a los necesitados que vienen de otro lugar. Por lo tanto, el derecho natural a la propiedad privada será secundario respecto al principio del destino universal de los bienes creados (120).

. “En primer lugar me dirijo a las familias, llamadas a una misión educativa primeria e imprescindible.  Ellas constituyen el primer lugar en el que se viven y se transmiten los valores del amor y la fraternidad, dela convivencia y del compartir, dela atención y del cuidado del otro. Ellas son también el ámbito privilegiado para la transmisión de la fe desde aquellos primeros simples gestos de la devoción que las madres enseñan a sus hijos” (114).

. Migrantes: gobernanza mundial para proyectos a largo plazo

Al tema de las migraciones está dedicada parte del segundo y todo el cuarto capítulo, “Un corazón abierto al mundo entero”, con sus “vidas que se desgarran” (37), huyendo de guerras, persecuciones, desastres naturales, traficantes sin escrúpulos, desarraigados de sus comunidades de origen, los migrantes deben ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Hay que evitar migraciones no necesarias, afirma el Pontífice, creando en los países de origen posibilidades concretas de vivir con dignidad. Pero al mismo tiempo, el derecho a buscar una vida mejor en otro lugar debe ser respetado. En los países de destino, el equilibrio adecuado será aquel entre la protección de los derechos de los ciudadanos y la garantía de acogida y asistencia a los migrantes (38-40).

Concretamente, el Papa señala algunas “respuestas indispensables” especialmente para quienes huyen de “graves crisis humanitarias”: aumentar y simplificar la concesión de visados; abrir corredores humanitarios; garantizar la vivienda, la seguridad y los servicios esenciales; ofrecer oportunidades de trabajo y formación; fomentar la reunificación familiar; proteger a los menores; garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social; establecer el concepto de “ciudadanía plena” en la sociedad, renunciando al uso discriminatorio del término “minorías” (129-131).

Lo que se necesita, sobre todo, es una gobernanza mundial, una colaboración internacional para las migraciones que ponga en marcha proyectos a largo plazo, que vayan más allá de las emergencias individuales (132), en nombre de un desarrollo solidario  basado en el principio de gratuidad. De esta manera, los países pueden pensar como “una familia humana” (139-141). El otro diferente de nosotros es un don y un enriquecimiento porque las diferencias representan una posibilidad de crecimiento (133-135). Una cultura sana es una cultura acogedora que sabe abrirse al otro, sin renunciar a sí misma, ofreciéndole algo auténtico. Como en un poliedro el conjunto es más que las partes individuales, pero cada una de ellas es respetada en su valor (145-146).

. La política, una de las formas más preciosas de la caridad

El tema del quinto capítulo es “La mejor política”, es decir, una de las formas más preciosas de la caridad porque está al servicio del bien común (180) y conoce la importancia del pueblo, entendido como una categoría abierta, disponible para la confrontación y el diálogo (160). Este es, en cierto sentido, el popularismo indicado por Francisco, que se contrapone a ese “populismo” que ignora la legitimidad de la noción de “pueblo”, atrayendo consensos para instrumentalizarlo a su propio servicio y fomentando el egoísmo para aumentar su popularidad (159). Pero la mejor política es también la que tutela el trabajo, “una dimensión irrenunciable de la vida social” y trata de asegurar que todos tengan la posibilidad de desarrollar sus propias capacidades (162). La mejor ayuda para un pobre, explica el Papa, no es sólo el dinero, que es un remedio temporal, sino el hecho de permitirle vivir una vida digna a través del trabajo.

La verdadera estrategia de lucha contra la pobreza no tiene por objeto simplemente contener o hacer inofensivos a los indigentes, sino promoverlos desde el punto de vista de la solidaridad y la subsidiariedad (187). También es tarea de la política encontrar una solución a todo lo que atente contra los derechos humanos fundamentales, como la exclusión social; el tráfico de órganos, tejidos, armas y drogas; la explotación sexual; el trabajo esclavo; el terrorismo y el crimen organizado. Fuerte es el llamamiento del Papa a eliminar definitivamente el tráfico, la “vergüenza para la humanidad” y el hambre, que es “criminal” porque la alimentación es “un derecho inalienable” (188-189).

El mercado por sí solo no lo resuelve todo. Es necesaria la reforma de la ONU

La política que se necesita, subraya Francisco, es la que dice no a la corrupción, a la ineficiencia, al mal uso del poder, a la falta de respeto por las leyes (177). Se trata de una política centrada en la dignidad humana y no sujeta a las finanzas porque “el mercado solo no resuelve todo”: los “estragos” provocados por la especulación financiera lo han demostrado (168). Los movimientos populares asumen, por lo tanto, una importancia particular: verdaderos “poetas sociales” y “torrentes de energía moral”, deben involucrarse en la participación social, política y económica, sujetos, sin embargo, a una mayor coordinación. De esta manera – afirma el Papa – se puede pasar de una política “hacia” los pobres a una política “con” y “de” los pobres (169).

Otro auspicio presente en la Encíclica se refiere a la reforma de las Naciones Unidas: frente al predominio de la dimensión económica que anula el poder del Estado individual, de hecho, la tarea de las Naciones Unidas será la de dar sustancia al concepto de “familia de las naciones” trabajando por el bien común, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos. Recurriendo incansablemente a “la negociación, a los buenos oficios y al arbitraje” – afirma el documento pontificio – la ONU debe promover la fuerza del derecho sobre el derecho de la fuerza, favoreciendo los acuerdos multilaterales que mejor protejan incluso a los Estados más débiles (173-175).

. El milagro de la bondad

Del capítulo sexto, “Diálogo y amistad social”, surge también el concepto de la vida como “el arte del encuentro” con todos, incluso con las periferias del mundo y con los pueblos originarios, porque “de todos se puede aprender algo, nadie es inservible” (215). El verdadero diálogo, en efecto, es el que permite respetar el punto de vista del otro, sus intereses legítimos y, sobre todo, la verdad de la dignidad humana. El relativismo no es una solución – se lee en la Encíclica – porque sin principios universales y normas morales que prohíban el mal intrínseco, las leyes se convierten sólo en imposiciones arbitrarias (206).

En esta óptica, desempeñan un papel particular los medios de comunicación, que, sin explotar las debilidades humanas ni sacar lo peor de nosotros, deben orientarse al encuentro generoso y a la cercanía con los últimos, promoviendo la cercanía y el sentido de la familia humana (205). Particular, a continuación, es el llamamiento del Papa al “milagro de una persona amable”, una actitud que debe ser recuperada porque es “una estrella en medio de la oscuridad” y “una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída” que prevalecen en los tiempos contemporáneos. Una persona amable, escribe Francisco, crea una sana convivencia y abre el camino donde la exasperación destruye los puentes (222-224).

. El arte de la paz y la importancia del perdón

Reflexiona sobre el valor y la promoción de la paz, en cambio, el séptimo capítulo, “Caminos de reencuentro” en el que el Papa subraya que la paz está ligada a la verdad, la justicia y la misericordia. Lejos del deseo de venganza, es “proactiva” y tiene como objetivo formar una sociedad basada en el servicio a los demás y en la búsqueda de la reconciliación y el desarrollo mutuo (227-229). En una sociedad, todos deben sentirse “en casa” – escribe el Papa –. Por esta razón, la paz es un “oficio” que involucra y concierne a todos y en el que cada uno debe desempeñar su papel. La tarea de la paz no da tregua y no termina nunca, continúa el Papa, y por lo tanto es necesario poner a la persona humana, su dignidad y el bien común en el centro de toda acción (230-232). Ligado a la paz está el perdón: se debe amar a todos sin excepción, dice la Encíclica, “pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así; tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable”. Es más: los que sufren la injusticia deben defender con firmeza sus derechos para salvaguardar su dignidad, un don de Dios (241-242).

El perdón no significa impunidad, sino justicia y memoria, porque perdonar no significa olvidar, sino renunciar a la fuerza destructiva del mal y al deseo de venganza. No hay que olvidar nunca “horrores” como la Shoah, los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki, las persecuciones y las masacres étnicas – exhorta el Papa –. Deben ser recordados siempre, una vez más, para no anestesiarnos y mantener viva la llama de la conciencia colectiva. Es igualmente importante recordar a los buenos, aquellos que han elegido el perdón y la fraternidad (246-252).

Una parte del séptimo capítulo se detiene en la guerra: no es “un fantasma del pasado” – subraya Francisco – sino “una amenaza constante” y representa la “negación de todos los derechos”, “un fracaso de la política y de la humanidad”, “una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal”. Además, debido a las armas nucleares, químicas y biológicas que golpean a muchos civiles inocentes, hoy en día ya no podemos pensar, como en el pasado, en una posible “guerra justa”, sino que debemos reafirmar con firmeza “¡Nunca más la guerra, un fracaso de la humanidad!” Y considerando que estamos viviendo “una tercera guerra mundial en etapas”, porque todos los conflictos están conectados, la eliminación total de las armas nucleares es “un imperativo moral y humanitario”. Más bien – sugiere el Papa – con el dinero invertido en armamento, debería crearse un Fondo Mundial para eliminar el hambre (255-262).

La pena de muerte es inadmisible, debería abolirse en todo el mundo

Francisco expresa una posición igualmente clara sobre la pena de muerte: es inadmisible y debe ser abolida en todo el mundo. “Ni siquiera el homicida pierde su dignidad personal – escribe el Papa – y Dios mismo se hace su garante”. De ahí dos exhortaciones: no ver el castigo como una venganza, sino como parte de un proceso de sanación y reinserción social, y mejorar las condiciones de las prisiones, respetando la dignidad humana de los presos, pensando también que la cadena perpetua “es una pena de muerte oculta” (263-269). Se reafirma la necesidad de respetar “la sacralidad de la vida” (283) allá donde hoy “partes de la humanidad parecen sacrificables”, como los no nacidos, los pobres, los discapacitados, los ancianos (18).


. Garantizar la libertad religiosa, derecho humano fundamental

En el octavo y último capítulo, el Pontífice se ocupa de “Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo” y reitera que la violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas, sino en sus deformaciones. Actos tan “execrables” como los actos terroristas, por lo tanto, no se deben a la religión, sino a interpretaciones erróneas de los textos religiosos, así como a políticas de hambre, pobreza, injusticia, opresión. El terrorismo no debe ser sostenido ni con dinero ni con armas, ni con la cobertura de los medios de comunicación, porque es un crimen internacional contra la seguridad y la paz mundial y como tal debe ser condenado (282-283).

Al mismo tiempo, el Papa subraya que es posible un camino de paz entre las religiones y que, por lo tanto, es necesario garantizar la libertad religiosa, un derecho humano fundamental para todos los creyentes (279). En particular, hace una reflexión sobre el papel de la Iglesia: no relega su misión a la esfera privada – afirma –, no está al margen de la sociedad y, aunque no hace política, sin embargo, no renuncia a la dimensión política de la existencia. La atención al bien común y la preocupación por el desarrollo humano integral, de hecho, conciernen a la humanidad y todo lo que es humano concierne a la Iglesia, según los principios del Evangelio (276-278).

Por último, recordando a los líderes religiosos su papel de “auténticos mediadores” que se dedican a construir la paz, Francisco cita el “Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”, firmado por él mismo el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi, junto con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb: de este hito del diálogo interreligioso, el Pontífice recoge el llamamiento para que, en nombre de la fraternidad humana, se adopte el diálogo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento mutuo como método y criterio (285).

La Encíclica concluye con la memoria de Martin Luther King, Desmond Tutu, Mahatma Gandhi y sobre todo, el Beato Carlos de Foucald, modelo para todos de lo que significa identificarse con los últimos para convertirse en “el hermano universal” (286-287). Las últimas líneas del documento están confiadas a dos oraciones: una “al Creador” y la otra “cristiana ecuménica”, para que en el corazón de los hombres haya “un espíritu de hermanos”.

“Fratelli tutti-Todos hermanos. Sobre la fraternidad y la amistad social”

El Papa Francisco nos ha escrito de nuevo y nos pide que le escuchemos. No se trata de una Carta sino de una Encíclica, su tercera, que es el documento de mayor rango en el Magisterio de los papas.  Y la verdad es que no nos dice nada nuevo sino lo que nos ha recordado muchas veces, pero ahora “organizado” y ofrecido como referente de la doctrina social de la Iglesia. Como un gesto, claramente intencional y en línea con la marcada universalidad del texto, el Papa la firmó no en el Vaticano, como es habitual en estos documentos, sino en Asís, ante la tumba de S. Francisco, de quien toma el título la encíclica.

El Papa se dirige a todas las personas de buena voluntad; no cierra las puertas a nadie en un intento de restaurar la conciencia de la humanidad, de elevar la mirada e ir más allá de los problemas morales, sociales o políticos de nuestros días a los que hace referencia en las primeras páginas. Reconociendo las dificultades, ofrece “soluciones” inspiradas en la enseñanza de Jesús y en los valores compartidos por quienes buscan y abren su corazón a Dios y a los hermanos. Y todo ello con un lenguaje claro e inteligible para todos. Por esta razón, me limito a subrayar, con sus palabras, algunos puntos significativos que puedan animar a la lectura completa del documento.

. Nadie se salva solo

Cuando el papa Francisco estaba preparando esta encíclica estalló la pandemia en todo el mundo. Este hecho no solo no interrumpió sus reflexiones, sino que, de algún modo, las apuntaló: “La emergencia sanitaria mundial ha servido para demostrar que nadie se salva solo y que ha llegado el momento de que soñemos como una única humanidad en la que somos todos hermanos”. La “tempestad” del Covid-19, que sigue acechando con fuerza nuestras vidas, desenmascara la vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas seguridades con las que construimos nuestras agendas, proyectos, prioridades… esta constatación seguimos experimentándola hoy día, tras meses de confinamiento y futuro incierto.

El papa Francisco se mantiene en la línea, expresada ya desde sus primeros discursos, de pedir una Iglesia “hospital de campaña”, con las puertas abiertas para la acogida de todos, que no renuncia por ello a su identidad más profunda, sino que la afirma invitando a todos a recuperar la conciencia que nos permita caminar hacia una humanidad más fraterna y solidaria. En el fondo es un claro rechazo, tantas veces proclamado, a la cultura de los muros que, pretendiendo proteger, separan y distancian a las personas y los pueblos, promoviendo el individualismo frente a la fraternidad. Es necesario trabajar a favor de una conciencia social, de un compromiso en favor de la acogida y de la protección del más débil. Debemos construir un mundo de hermanos que se quieren y acogen, no de “socios que se agrupan por intereses”.

. “El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad”.

. El amor construye puentes

Tras el análisis de los aspectos más significativos y destacables de la realidad actual, la encíclica responde con un ejemplo luminoso, un presagio de esperanza: el del Buen Samaritano que encuentra “un extraño en su camino” y se para, sin prejuicios, para ayudarle (cfr. Lc 10, 25-37). Todos estamos llamados a estar cerca del otro, superando prejuicios, barreras culturales, intereses personales. De hecho, todos somos corresponsables en la construcción de una sociedad que sepa acoger, integrar, levantar a los que están caídos en el camino de la vida.  El amor construye puentes y estamos “hechos para el amor”, para reconocer el rostro de Cristo en la persona.

Nuestra vocación es universal y es posible rehacer los vínculos sociales más allá de las diferencias legítimas. Para ello, es necesario salir de nosotros mismos, abrirnos al prójimo según el dinamismo propio de la caridad.  La existencia de cada uno está ligada a la de los demás pues “la vida no es tiempo que pasa sino tiempo de encuentro”. La estatura moral de una persona se mide por su capacidad de buscar lo mejor para la vida de los demás, lejos de toda forma de egoísmo.  Esta capacidad de encuentro es enriquecedora para cada persona y para cada sociedad y conduce a reafirmar con fuerza el “no a la globalización de la indiferencia o a la guerra”.

. “Una sociedad fraternal será aquella que promueva la educación para el diálogo con el fin de derrotar al “virus del individualismo radical” y permitir que todos den lo mejor de sí mismos”.

. El milagro de la bondad

La vida es el “arte del encuentro” con todos, incluso aquellos que están en las periferias de la historia y del poder; de todos podemos aprender; “nadie es inservible”. El verdadero diálogo, en efecto, es el que permite respetar el punto de vista del otro, sus intereses legítimos y, sobre todo, la verdad de la dignidad humana. Por ello, es necesario mantener principios universales y normas morales que prohíban el mal intrínseco, que recuerden los fundamentos del bien, que impidan que las leyes sean solo imposiciones arbitrarias de quienes tienen el poder.

Para ello son importantes los medios que han de promover el encuentro, la cercanía, pero, sobre todo, se ha de realizar “el milagro de la persona amable”, una actitud que debe ser recuperada porque es “una estrella en medio de la oscuridad” y una liberación de esa crueldad que a veces penetra en las relaciones humanas. Unapersona amable, escribe el Papa, “crea una sana convivencia y abre el camino donde la exasperación destruye los puentes”.

“Pero de vez en cuando aparece el milagro de una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia”.

. Soñar juntos

Todo el texto recuerda que es necesario buscar puntos de contacto, trabajar unidos, luchar juntos para alcanzar más adecuadamente la verdad o, al menos, para acercarse a ella, tanto a nivel local como universal.  El relativismo que nos rodea lleva a la interpretación de los valores por parte de los poderosos según las conveniencias de cada momento. La verdad que es Jesús y su Buena Noticia nos invita, no a imponer, sino a ofrecer a todos, una palabra de esperanza que pasa por la capacidad de reconocer al otro “como hermano”; a descubrir el rostro de Cristo en todas las personas, especialmente los excluidos; a seguir creyendo, trabajando, educando y soñando por un mundo mejor.

En este sueño, las familias y los educadores, así como los responsables políticos y culturales, tienen la enorme responsabilidad de favorecer ámbitos y espacios para transmitir los valores de la fraternidad, el respeto, la convivencia pacífica y el cuidado del otro. Y, de modo particular, las familias no pueden renunciar a la transmisión de la fe y de los valores religiosos y morales, así como los arraigados en la más sana tradición, que nos dan el fundamento necesario para afrontar con realismo la vida, sin perder la esperanza de un futuro mejor.

“Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, que podamos hacer renacer entre todos, un deseo mundial de hermandad. (…) Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos!”

J. D. A.

Lectio Divina: Lucas 10,25-37: Buen samaritano -RESUMEN

. Oración: Ven Espíritu Santo.               

. Lectura del texto: Lucas 10,25-37: Al descubrir el largo viaje de Jesús hacia Jerusalén (Lc 9,51 a 19,28), Lucas ayuda a las comunidades a comprender mejor en qué consiste la Buena Nueva del Reino. Lo hace presentando a personas que vienen a hablar con Jesús y le plantean preguntas.

. Lucas 10,25-26: «¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Un doctor, conocedor de la ley, quiere provocar la pregunta: «¿Qué he de hacer para tener en heredad vida eterna?» El doctor piensa que tiene que hacer algo para poder heredar. Él quiere garantizarse la herencia por su propio esfuerzo. Pero una herencia no se merece. La herencia la recibimos simplemente por ser hijo o hija. “Así, pues, ya no eres esclavo, sino hijo, y tuya es la herencia por gracia de Dios”. (Gal 4,7).

. Lucas 10,27-28: La respuesta del doctor. Jesús responde con una nueva pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley?» El doctor responde correctamente. Juntando dos frases de la Ley, él dice: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» La frase viene del Deuteronomio (Dt 6,5) y del Levítico (Lev 19,18). Jesús aprueba la respuesta y dice: «¡Haz esto y vivirás!» Lo importante, lo principal, ¡es amar a Dios! Pero Dios viene hasta mí, en el prójimo. El prójimo es la revelación de Dios para conmigo.

.  Lucas 10,29: «¿Y quién es mi prójimo?» Queriendo justificarse, el doctor pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?» Él quiere saber para él:»¿En qué prójimo Dios viene hasta mí?» Es decir, ¿cuál es la persona humana prójima a mí que es revelación de Dios para mí? Para los judíos, la expresión prójimo iba ligada al clan. Aquel que no pertenecía al clan, no era prójimo. Según el Deuteronomio, podían explotar al “extranjero”, pero no al “prójimo” (Dt 15,1-3). La proximidad se basaba en lazos de raza y de sangre.

. Lucas 10,30-36: La parábola:

a) Lucas 10,30: El asalto por el camino de Jerusalén hacia Jericó. Entre Jerusalén y Jericó se encuentra el desierto de Judá, refugio de revoltosos, marginados y asaltantes. Jesús cuenta un caso real, que debe haber ocurrido muchas veces. “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto.”

b) Lucas 10,31-32: Pasa un sacerdote, pasa un levita. Casualmente, pasa un sacerdote y, acto seguido, un levita. Son funcionarios del Templo, de la religión oficial. Los dos vieron al hombre asaltado, pero pasaron adelante. ¿Por qué no hicieron nada? Jesús no lo dice. Deja que nosotros supongamos o nos identifiquemos. Tiene que haber ocurrido varias veces, tanto en tiempo de Jesús, como en tiempo de Lucas. Hoy también acontece: una persona de Iglesia pasa cerca de un hombre sin darle ayuda. Puede que el sacerdote y el levita tengan una justificación: «¡No es mi prójimo!» o: «Él es impuro y si lo toco, ¡yo también quedo impuro!».

c) Lucas 10,33-35: Pasa un samaritano. Enseguida, llega un samaritano que estaba de viaje. Ve, es movido a compasión, se acerca, cuida las llagas, le monta sobre su cabalgadura, le lleva a la hospedería, da al dueño de la hospedería dos denarios, el sueldo de dos días, diciendo: «Cuida de él y si gastas algo más te lo pagaré cuando vuelva.» Es la acción concreta y eficaz. Es la acción progresiva: llevar, ver, moverse a compasión, acercarse y salir para la acción. La parábola dice «un samaritano que estaba de viaje». Jesús también iba de viaje hacia Jerusalén.

. Lucas 10,36-37: ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?” Él dijo: “El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.” Al comienzo el doctor había preguntado: “¿Quién es mi prójimo?” Por detrás de la pregunta estaba la preocupación consigo mismo. El quería saber: «¿A quién Dios me manda amar, para que yo pueda tener paz en mi conciencia y decir: Hizo todo lo que Dios me pide: «¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» La condición del prójimo no depende de la raza, del parentesco, de la simpatía, de la cercanía o de la religión. La humanidad no está dividida en prójimo y no prójimo. Para que tu sepas quién es tu prójimo, esto depende de que tu llegues, veas, te muevas a compasión y te acerques.

. Los Samaritanos. La palabra samaritano viene de Samaría, capital del reino de Israel en el Norte. Después de la muerte de Salomón, en el 931 antes de Cristo, las diez tribus del Norte se separaron del reino de Judá en el Sur y formaron un reino independiente (1 Re 12,1-33). El Reino del Norte sobrevivió durante unos 200 años. En el 722, su territorio fue invadido por Asiria. Gran parte de su población fue deportada (2 Re 17,5-6) y gente de otros pueblos fue traída hacia Samaria (2 Rs 17,24). Hubo mezcla de raza y de religión (2 Re 17,25-33). De esta mezcla nacieron los samaritanos. Los judíos del Sur despreciaban a los samaritanos considerándolos infieles y adoradores de falsos dioses (2 Re 17,34-41). Había muchas ideas preconcebidas contra los samaritanos. Eran mal vistos. De ellos se decía que tenían una doctrina equivocada y que no formaban parte del pueblo de Dios. Algunos llegaban hasta el punto de decir que ser samaritano era cosa del diablo (Jn 8,48).

. Meditación-Contemplación:

. El samaritano de la parábola no pertenecía al pueblo judío, pero hacía lo que Jesús pedía. ¿Hoy acontece lo mismo? ¿Conoces a gente que no va a la Iglesia pero que vive lo que el evangelio pide? ¿Quién es hoy el sacerdote, el levita y el samaritano?
. El doctor pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Jesús pregunta: “¿Quién fue prójimo del hombre asaltado?” Son dos perspectivas diferentes: el doctor pregunta desde sí. Jesús pregunta desde las necesidades del otro. Mi perspectiva ¿cuál es?

. Compromiso

Oración al Creador (Fratelli tutti)

Señor y Padre de la humanidad,
que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad,
infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal.
Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz.
Impúlsanos a crear sociedades más sanas
y un mundo más digno, sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras.

Que nuestro corazón se abra
a todos los pueblos y naciones de la tierra,
para reconocer el bien y la belleza
que sembraste en cada uno,
para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes,
de esperanzas compartidas. Amén.

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