Entre líneas

Puertas

Desde que se anunció el Jubileo ando con la imagen de la puerta en la cabeza. Porque la vida está llena de puertas y, aunque es Jesús la Puerta de salvación, nosotros también estamos llamados a ser puerta. Y se me ocurre que la puerta de nuestra boca es altamente significativa. De la abundancia de corazón habla la boca, dijo Jesús. Y habrá que ver qué sale de nuestra boca.

Porque el habla nos define, el habla va mucho, muchísimo más allá de ser un acto de comunicación. Es identidad, personalidad, declaración de principios, expresión del alma. Escuchar una persona —si la escuchamos, no solo si la oímos— nos ayuda a conocerla. Recuerdo que hace años, cuando estaba en la Residencia universitaria que tenemos en La Laguna, venía un sacerdote jesuita para impartir un taller de «Problemas actuales» a las residentes.

La vida está llena de puertas y, aunque es Jesús la Puerta de salvación, nosotros también estamos llamados a ser puerta

En el mundo universitario, todo se hace de noche, así que cenábamos juntos y después comenzaba la actividad. El sacerdote tenía una conversación interesantísima, había viajado mucho, conocía muchos personajes que hoy ya son históricos y tenía el don de la conversación.

Pero a mí lo que acabó por llamar me la atención fue que nunca nombraba a nadie sin añadir un elogio de esa persona, por pequeño que fuera. Me daba la sensación de que el cura o era un iluso que siempre veía lo bueno o había tenido en la vida una inmensa suerte por vivir tan bien rodeado. Hasta que un día le pregunté por esa «manía» de presentar una persona y añadir un elogio. Se sonrió y dijo que él era un jesuita clásico —quería decir mayor— y en su etapa de formación les inculcaron que si no podían decir nada bueno de una persona era mejor que no hablasen de ella. Y los acostumbraron al elogio, un arte que este cura dominó con total perfección. Vivir al lado de una persona así es un inmenso privilegio.

Su boca es una puerta de la que sale bondad, comprensión, disculpa, ironía tierna… y puede que ese cura lo empezara haciendo «por disciplina» pero el gran beneficiado fue él, que acabó siendo lo que llamaríamos una persona «humanísima». Y una persona queridísima. Pero hay quien opta por dejar salir de la puerta de su boca palabras agresivas, insultos, ofensas y mentiras. Y acaba también «moldeado» por su habla; suelen ser personas agresivas, carentes de paz interior.

En catalán hay un dicho que reza: «la llengua que no té ossos en trenca de molt grossos» (algo así como: la lengua no tiene huesos, pero rompe huesos muy grandes). Porque mi lengua también puede arrebatar la fama a una persona, puede ser correveidile de dimes y diretes, puede repetir noticias falsas, puede difamar y colaborar con el mal.

Por ello, sería bueno preguntarnos de qué hablo. Porque además de la forma habrá que ver el contenido; recordemos a los de Emaús… Jesús les hace una pregunta clara: «¿De qué hablabais por el camino?». En el camino de la vida, ¿qué llena la puerta de mis labios? Porque puedo vivir en la cháchara, en la palabra continua e insustancial… o puedo dialogar, tratar temas interesantes, elogiar, disculpar. Decía Ortega y Gasset que «la palabra es un sacramento de difícil administración».

La palabra es signo y hay que administrarla bien. Pero es difícil, por eso Jesús nos da la clave: mira qué tienes en el corazón. Y si te cuesta mirarlo, observa durante una semana cómo hablas. Y sabrás de tu corazón… Y otra puerta importante es la mirada. Saber mirar es otro arte que hay que aprender a lo largo de la vida. Igual que diseñamos nuestros espacios caseros, hay que diseñar la mirada.

No voy a entrar en el tema, pero hace poco salió la noticia de que los niños empiezan a consumir pornografía a los ocho años. Sin duda, eso configura la mirada del niño y deberíamos aprender del poeta que dice: hay que ir por el lado soleado de la vida. Porque en la vida hay de todo y deberíamos seleccionar en qué posamos nuestra mirada: algunas personas solo ven los defectos ajenos, los errores, los fallos, las desgracias… Y eso existe, pero también existe el esfuerzo, la ilusión, la generosidad…

Hace un tiempo, el Papa recibió a un grupo de periodistas y les habló de los «pecados» de los periodistas. Y uno de ellos llamó la atención por la palabreja: coprofilia, que el diccionario define como «atracción por los excrementos». Existe un periodismo que escarba en el escándalo, sí, pero a veces es nuestra mirada la que solo ve los «excrementos» del mundo y, sobre todo, acaba «disfrutándolos»: qué mal está el mundo, fíjate en este desgraciado, mira lo que ha hecho este, qué persona más cínica…

Deberíamos, en este Jubileo, cuidar nuestra boca y nuestra mirada. Están llamadas a ser puertas de buena noticia, están llamadas a prodigar sonrisas, besos y buenas palabras, están llamadas a mirar con amabilidad, comprensión y ternura. Y están llamadas a dejar entrar al Salvador. ¡Feliz jubileo!

MARIA DOLORS GAJA YMN. JAUME ANDREU

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