(Josep M. Blanquet) El «Día de los Muertos» o la «conmemoración de todos los fieles difuntos» en la liturgia católica ha dado pie a una serie de rituales y ceremonias pa- ra honrar a los difuntos, variando naturalmente desde tradiciones ancestrales hasta prácticas religiosas modernas.
El culto a los muertos en la Antigua Roma incluía rituales en el hogar y en las tumbas, celebraciones como la Parentalia y las Feralia en febrero, y la creencia en los Manes o espíritus de los ancestros que pro tegían a la familia. Los romanos realizaban ofrendas de comida, bebida y flores para satisfacer las nece sidades de los difuntos, que se creía que tenían ham bre y sed después de la muerte. Los entierros se realizaban fuera de la ciudad y las tumbas se cons truían con monumentos o tumbas más sencillas, que podían incluir epitafios.
En Roma, precisamente, ya en el siglo ii, se abrie ron las primeras catacumbas a las afueras de la ciudad. Los cristianos no compartían la costumbre pagana de incinerar los cuerpos y para solucionar los problemas de la falta de espacio y del alto costo de la tierra, se crearon estos enormes cementerios bajo tierra.
En Roma existen más de sesenta cata cumbas compuestas por kilómetros de túneles sub terráneos en los que se encuentran miles de tumbas. Los cadáveres eran envueltos en una sábana y co locados en estos nichos que más tarde eran cerra dos con lápidas de mármol o barro cocido donde se grababa el nombre del difunto, mártir con frecuencia, con un símbolo cristiano. Actualmente solo cinco de todas ellas se encuentran abiertas al público.
Algunas de las costumbres romanas antiguas han sido incorporadas en algunos países, como México, donde el «Día de Muertos» se desarrolló en gran medida. En las casas suele levantarse un altar tradi cional festivo con la comida, fruta y flores que gus taban al difunto o a la difunta. En 2008, la Unesco declaró esta festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de México. Las familias cristianas además se reúnen alrededor o en frente de la tumba del ser querido para rezar un responso por el eterno descanso de su alma.
También en otros países de América Central y de la región andina de América del Sur, principalmen- te del occidente de Bolivia y del sureste de Perú. Con esta información general en esta página es pecífica, se quiere ilustrar un hecho singular, que ha tenido lugar en el cementerio municipal de Vila franca del Penedès, protagonizado por el Sr. Jaume Massanell, exalumno del colegio San Ramón, como su hermano Antoni, sus hijas Montse y Cristina y sus nietas. Él, a su vez, como carpintero, ha trabajado durante muchos años en el colegio, especialmente en la decoración de la capilla del mismo centro.
Pues bien, el Sr. Massanell con su familia han de corado el mausoleo o magnífico y suntuoso sepulcro familiar del citado cementerio con la colocación de una imagen de san José Manyanet y dos ángeles para expresar su confianza en la intercesión del san to sacerdote que ya había educado y orientado su vida desde la infancia y juventud. No hay duda de que ahora, desde el cielo, junto a Jesús, María y José, seguirá velando por su felicidad temporal y eterna. Las esculturas de bronce son obra del escultor Manuel Vidal.
