(P. Emili Berbel, SF) Ya han transcurrido ocho meses desde el inicio del Año Jubilar de la Esperanza. En el ámbito pastoral —en colegios, parroquias y grupos de fe— todas nuestras actividades han estado impregnadas de esta visión jubilar. En el marco de las peregrinaciones a Roma, hemos vivido encuentros significativos con alumnos, familias y religiosos, marcados por una profunda experiencia de fe en Jesucristo y en su misión. En toda peregrinación, lo verdaderamente importante no es cómo se comienza ni las motivaciones iniciales, sino la vivencia que se va forjando en el camino y el cambio que esta produce en lo más profundo del corazón. Esa huella profunda es, sin duda, el regalo que se han llevado todos los que han vivido esta experiencia.
Sin dejar el jubileo, nos adentramos en un nuevo curso que comienza con una luz especial. En 2026 celebraremos los 125 años de la muerte de san José Manyanet, un momento privilegiado para recordar y renovar nuestro compromiso con el carisma que él recibió del Espíritu Santo: ayudar a las familias a crecer en fe, amor y valores a través de la educación. En el año 1901, seis meses antes de su muerte, la Santa Sede aprobó oficialmente la Congregación de los Hijos de la Sagrada Familia, reconociendo que aquel sueño que latía en el corazón de Manyanet no era solo una inspiración personal, sino una misión divina. Aquella aprobación fue mucho más que un documento: fue la confirmación de que el camino iniciado por él era necesario para la Iglesia y para el mundo.
Este curso también celebramos el centenario de la muerte de Antoni Gaudí (1926-2026), discípulo y arquitecto de la Sagrada Familia. Gaudí supo transformar piedra y luz en oración, arte y mensaje evangélico. Su obra no es solo belleza: es educación para el alma, una catequesis visual que sigue elevando corazones hacia Dios. Nosotros somos herederos de esta misión. Cada escuela, cada aula, cada proyecto educativo es una continuación viva de aquel carisma. Estamos llamados a ser constructores de familias, sembradores de esperanza y educadores con alma. Este curso, animado por el lema «¡Hasta el corazón… y más allá!», queremos poner el corazón en todo lo que hacemos. Queremos ir más allá de lo superficial, más allá de lo fácil, más allá de lo inmediato. Queremos educar con profundidad, con pasión, con visión. Con una fe que edifica y un arte que eleva.
El papa León XIV pronunció unas palabras de aliento a los jóvenes durante el Jubileo de la Esperanza, y queremos que sean nuestra guía en este nuevo curso pastoral. A todos los que celebraremos este año (alumnos, jóvenes, familias) la Iglesia nos recuerda que confía en nosotros, como lo hizo al validar en 1901 la obra de san José Manyanet y al profundizar en la figura de Gaudí, un santo que supo acercar a las familias a Dios a través del arte. «¡Con Cristo es posible! Con su amor, con su perdón, con la fuerza de su Espíritu».
Mis queridos amigos, unidos a Jesús como los sarmientos a la vid, ustedes darán mucho fruto; serán sal de la tierra, luz del mundo; serán semillas de esperanza allí donde viven: en la familia, con sus amigos, en la escuela, en el trabajo, en el deporte. Semillas de esperanza con Cristo, nuestra esperanza» (Papa León XIV). ¡Buen curso a todos!