La vida íntima

(Edison Fañanás Lanau) Hace tiempo que estoy muy digitalizado. En mi tableta tengo mucho por leer y, evidentemente, uno no da abasto. Ni dará abasto. Si tuviese que llevar en papel todo lo que tengo acumulado en la tableta, debería llevar una maleta grande siempre conmigo. Sí, la digitalización tiene sus ventajas, pero el día sigue teniendo 24 horas para todos y uno no puede leer todo lo que le gustaría. Y está bien así, pues también aquí la calidad va antes que la cantidad.

Es por todo esto que he vuelto a disfrutar, especialmente por volver a leer un libro en papel («La vida íntima» de Javier Urra). Me he sorprendido a mí mismo haciendo anotaciones y subrayando en lápiz como hacía antes. Habrá que repetir la experiencia y encontrar un nuevo equilibrio entre papel y digital. A Javier Urra (1957, Estella, Navarra) no lo conozco personalmente, pero es un psicólogo y divulgador español que saltó a la escena pública en 1996, cuando fue nombrado primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, puesto que mantuvo hasta 2001.

Da gusto leerlo (85 libros escritos) y también verlo y oírlo en las redes sociales, donde está muy presente. Sigue dando guerra con sus muchas iniciativas y desprende mucha experiencia de vida. Es un acérrimo defensor de la espiritualidad del ser humano. Y se sigue levantando cada día entre las 4:30 y las 5:00 h para leer y escribir.

Silencio y vida íntima

El libro empieza así: «Es desde la mente humana que podemos representar todas las cosas, y desde el silencio que damos el primer paso hacia la sabiduría, pues ya nos transmitió John Bartunek: “el silencio es, para nuestra vida interior, como el espacio que hay en la caja [de resonancia] de un violín: lo que permite que la música resuene”».

 

Más claro, agua: sin silencio, no hay vida interior. Seguimos: «No, la intimidad no es solo el secreto sobre sí mismo que se oculta de los demás. No es espacio público; de hecho, la RAE [Real Academia Española] la define como lo más interior o interno, pero nace de y para la comunidad con la que se relaciona.»

 

La intimidad es, por tanto, una parte esencial del ser humano, pero en relación con la comunidad. Para Laín Entralgo «vivir en serio» es vivir desde lo más íntimo, pues esto nos capacita para estar más allá de modas y acomodos de cada sociedad y de cada espacio histórico y dar espacio a nuestro deseo natural de trascendencia, pues es claro que pertenecemos a algo más grande que nosotros.

 

Sin intimidad no hay personalización: «la intimidad es una presencia de autoconocimiento caracterizada por ser dinámica, en la que me hago consciente de mi realidad al punto de ser siempre el mismo, aunque no lo mismo» (cfr. pp. 64-65, 70).

Más allá del corazón

«Hasta el corazón… y más allá» es el lema de nuestras escuelas para el curso 2025-26. Qué bien que se quiera visibilizar y dar espacio a lo que no se ve, pero que es intrínsecamente humano: la vida íntima, la vida interior. Esta vida interior, que comporta un trabajo interno con uno mismo tanto intelectual, como emocional y corporal, ojalá acabe desembocando también en una vida espiritual, descubriendo una presencia en uno mismo que desborda ser, que desborda amor.

 

San Agustín descubrió en su día esta presencia: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, / tarde te amé! y tú estabas dentro de mí y yo afuera, / y así por de fuera te buscaba; y, deforme como era, / me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste. // Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. / Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, / si no estuviesen en ti, no existirían. // Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera; / brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; / exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; / gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; / me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti» (Agustín de Hipona, Confesiones).

 

Hay vida más allá del corazón. Su presencia no se agota nunca. Feliz nuevo curso.

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