Manyanet

EDUCAR EL CORAZÓN DE LA NIÑEZ Y JUVENTUD, SEGÚN EL CORAZÓN DE JESÚS

A propósito de la cuarta Encíclica del papa Francisco Dilexit nos (Nos amó, 24 de octubre de 2024) sobre el amor divino y humano de Corazón de Jesucristo, es oportuno poner de relieve la devoción y la importancia que san José Manyanet dio a la misma.

Una devoción que no es solamente hecha de oraciones e invocaciones, que también, sino que se sitúa en el centro de su carisma de fundador y de educador.

Ya desde los albores de la fundación, el escudo o emblema del Instituto encierra los rasgos característicos de la nueva sociedad religiosa, nazarena y familiar que nacería en Tremp. Sobresalen juntos los tres corazones de Jesús, María y José, símbolo de la comunión familiar de la Familia de Nazaret que se propone hacer presente y difundir el nuevo Instituto, del estilo de vida que desea para las comunidades y de la meta que persigue en su misión apostólica, especialmente en el campo de la educación e instrucción de los niños y jóvenes.

En la Suma de las Reglas y Constituciones, publicada en 1882, en la Advertencia importante, que precede al contenido, afirma: «Y porque el fin de nuestro Instituto, a saber, tomar y encargarnos de la juventud para enseñarla, instruirla y formarla según el Corazón de Jesucristo, es como un continuo sacrificio, por lo mismo conviene que seamos hombres crucificados para todas las cosas del mundo y él en nosotros» (Oc II, 59-60).

Y en la segunda edición, de 1894, la describe así: «Y como el objeto principal de este nuestro Instituto, después de la propia santificación, a saber, educar e instruir la juventud desde sus primeros años, no tan solo en las letras y ciencias, sino más bien en las verdaderas y sólidas virtudes, para formarla según las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús, y no abandonarla, en lo posible, hasta aquella edad en que pueda ya por sí misma gobernarse, es ministerio sublime, de noble y continuado sacrificio, y por lo mismo muy agradable a Dios; por tanto, conviene que seamos hombres crucificados para todas las cosas del mundo y él en nosotros» (Ibíd. 59-60).

Referir la principal tarea del educador Hijo de la Sagrada Familia al corazón del niño mediante la «educación» en primer lugar, antes de la instrucción, y según las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús, es afirmar, como dice el Papa que «esa es la base de cualquier proyecto sólido para nuestra vida, ya que nada que valga la pena se construye sin el corazón. La apariencia y la mentira solo ofrecen vacío». Y que «la verdadera aventura personal es la que se construye desde el corazón. Al final de la vida contará solo eso».

En El espíritu de la Sagrada Familia dedicó una extensa meditación a lo que él llama «La cultura del corazón» debe ser para todo religioso obligado a la enseñanza, el primer objetivo de laeducación de la juventud. «Te encargo estos pequeñuelos —pone en boca de Jesús— para que me los instruyas y formes según los deseos de mi Corazón». Y el propósito que el padre Manyanet pide es: «Persuadirme de la importancia de mi misión y trabajar sin descanso en formar los corazones de la juventud según las miras que Dios tiene sobre la misma» (Oc VI, 296).

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