Comida en casa del fariseo Simón

  • Todos:  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
  • Lector: Jesús, María y José,
  • Todos: habitad siempre en nuestra casa.
  • Lector: Proteged a nuestra familia
  • Todos: y guiadnos hacia la Casa del Padre, en el Nazaret del cielo.

 

Nadie ha hablado todavía, y Jesús ya sabe que Simón el fariseo era un hombre autosuficiente que se creía mejor que los demás y con derecho a criticarlos. Y sabe también que la mujer que entró inesperadamente en la casa de Simón durante la comida a la que había invitado a Jesús, a pesar de haber llevado una vida pecadora, siente que el pecado destroza su vida y acude a Jesús para ofrecerle sus lágrimas de arrepentimiento.

 

Un fariseo le rogaba que fuera a comer con él y, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora». (…)


Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con
sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. (…). Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco». Y a ella le dijo: «Han quedado perdonados tus pecados». Los demás convidados empezaron a decir entre ellos: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?». Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz» (Lucas 7, 3639, 4450).

 

• Jesús mira a las personas con ojos distintos a como las miramos nosotros, porque Él no mira lo exterior, sino lo que hay en el fondo del corazón de cada uno. También del nuestro. Por eso, Jesús es el único que puede juzgar. Nosotros no, porque nunca
podremos penetrar del todo en el corazón de una persona, por conocida y cercana que sea para nosotros. Nosotros tenemos muchas probabilidades de equivocarnos en nuestros juicios hacia los demás.


• Nosotros nunca sabremos del todo lo que hay en el interior más recóndito de cada
persona. Ni la totalidad de las circunstancias que marcan su realidad personal. Tal vez ni de nosotros mismos. Y por ello, nuestro juicio podría ser como el de Simón, sin amor, sin comprensión. Cuando ocurre esto, tampoco comprenderemos la actitud de Jesús.


• Jesús también sabía muy bien quién era aquella mujer. Y se deja amar. Se deja «tocar» por ella. Sin decir nada, le hace captar que valora lo que le está haciendo.


• En la casa de Simón, Jesús nos ha mostrado el corazón de Dios lleno de misericordia: que sale en defensa de quien parece más envilecido. Y nos confirma que en el corazón de Dios, a diferencia, a menudo, de los corazones de los hombres, tienen cabida todos: los acusados y los acusadores. Los buenos y los malos. Los santos y los pecadores.

 

Para pensar y para dialogar con Jesús en casa:

  • Tratar, comprender, «mirar» a las personas que conviven con nosotros con el corazón, los ojos y las actitudes de Jesús. Es bueno tener a Jesús siempre in vitado en casa.
  • Dejarnos juzgar a nosotros mismos por Jesús: ¿nos encontrará semejantes a
    Simón respecto a alguien? Dejarnos amar por Jesús.

Final:

Todos: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Más artículos

¡Nuestra escuela de Begues cumple 100 años!

Desde perspectivas diferentes, «Escuelas Verdes» es un programa educativo escolar, y Laudato Si’ es un…

Familia, fuente de esperanza

El lema de las escuelas para el curso 2025/2026 que acabamos de iniciar es «Hasta…

Comida en casa del fariseo Simón

Todos:  En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. Lector:…