Queridos hermanos:
Son innumerables los artículos y reflexiones que estos días están apareciendo en torno a la figura del papa Francisco (1936-2025). Es normal que así sea tras 12 años de intenso pontificado que no han dejado indiferentes a nadie. Yo mismo quiero recordar y compartir con todos los hermanos de la Congregación algunos de los aspectos de la vida y enseñanza del papa Francisco.
Conocí al papa Francisco siendo arzobispo de Buenos Aires en la primera visita canónica que hice a la comunidad de la parroquia Jesús de Nazaret. Nos recibió en sus dependencias de una forma sencilla y amable. Se interesó por la Congregación, por los religiosos y nos regaló una imagen de la Sagrada Familia que conservamos en el Nazarenum.
Asistí a la Misa del inicio de su Pontificado en Roma el 19 de marzo de 2013, en la solemnidad de San José, a quien tanta devoción ha tenido el Papa y, cuya misión ya destacaba en la homilía: “Custodiar a Jesús con María, custodiar toda la creación, custodiar a todos, especialmente a los más pobres, custodiarnos a nosotros mismos; he aquí un servicio que el Obispo de Roma está llamado a desempeñar, pero al que todos estamos llamados, para hacer brillar la estrella de la esperanza: protejamos con amor lo que Dios nos ha dado”.
Tuve después otras ocasiones de saludarle personalmente, particularmente en las Asambleas de la Unión de Superiores Mayores (USG). Recuerdo siempre que, en la primera vez, me presenté: “Soy el P. Jesús, Hijo de la Sagrada Familia”, a lo que de forma rápida y espontánea respondió: “Ah, yo creía que en la Sagrada Familia había un solo Jesús”. Le recordé también nuestra presencia en Buenos Aires, en una parroquia Jesús de Nazaret, muy cerca del antiguo estadio y actual sede su equipo de fútbol, el San Lorenzo.
Con motivo de la celebración de los 150 años de la Congregación pude asistir en marzo de 2014, junto al P. Antonio Ortenzio, delegado de Italia, a la Misa en Santa Marta. Al final de esta y, en nombre de toda la Congregación, le agradecimos su ministerio y pedimos su Bendición. Él nos pidió que siguiéramos files al carisma, que trabajáramos todo lo que pudiéramos por la familia y junto a las familias.
Recuerdo también de un modo particular los varios encuentros con ocasión del Sínodo de la Familia en octubre 2015. Fue una experiencia muy hermosa, profunda y significativa de Iglesia, con el protagonismo de la familia, “sujeto de la pastoral”. La relación final de la asamblea sinodal recordaba, con una oración, el ejemplo de Nazaret: “Santa Familia de Nazaret, haz tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios”.
Solo quisiera compartirles cinco breves pensamientos:
1.La oración: “Por favor, no se olviden de rezar por mi”: esta es seguramente la petición más repetida por el Papa Francisco desde el inicio de su pontificado. “Por favor, no se olviden de rezar por mí”. Es la conciencia de la propia fragilidad y, por ello, de la necesidad de contar siempre con la fuerza de la oración, para poder ejercitar el propio servicio con humildad. Quien pide oraciones, quien se inclina a recibir la “Bendición de los demás” sabe que su fuerza está en el Señor.
2.La Misericordia: el lema de su pontificado ha sido “Miserando atque eligendo” (“Lo miró con misericordia y lo eligió”) y nos ha recordado que “La misericordia de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de la misericordia y no podemos permitirnos estar sin misericordia: es el aire que respiramos. Somos demasiado pobres para poner condiciones, necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados”. Esta misericordia que también hay que aplicar a la hora de administrar los sacramentos, el de la reconciliación particularmente, pero no solo porque la iglesia “no es una aduana de control, sino una casa de puertas abiertas”. En su primera homilía en una Misa con el pueblo en la Iglesia de Santa Ana recordó: “Así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura, porque Dios perdona no con un decreto, sino con una caricia”.
Todos recordamos una de sus frases más significativas: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle” escrita en Evangelii gaudium, (24.11.2013) la hoja de ruta de su pontificado, “antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”. Una Iglesia que no confía en las habilidades humanas, en el protagonismo de influencers autorreferenciales, y en las estrategias del marketing religioso, sino que se hace transparente para dar a conocer el rostro misericordioso de Aquel que la fundó y la ha hecho vivir, a pesar de todas las fragilidades y pecados, durante dos mil años.
3.La familia: quien no ha recordado en alguna homilía, particularmente de las Bodas las palabras: “Permiso, gracias, perdón”: palabras que expresan actitudes, repetidas a los recién casados pero válidas para iluminar las relaciones humanas que son hermosas, pero no fáciles, tampoco en el ámbito de la comunidad. “Permiso” para no “atropellar”, “gracias” para expresar agradecimiento, “perdón” para reconocer los propios errores. “Peléense todo lo que quieran con tal de que hagan la paz antes de que acabe el día. Nunca se vayan a dormir peleados. ¿Y saben por qué? Porque la guerra fría al día siguiente es muy peligrosa… cuando hay amor un gesto lo arregla todo”. La familia ha sido también un tema troncal de su pontificado, en ese empeño personal de defender a los ‘descartados’, los mayores, los enfermos.
En ese sentido, también se recuerda como ejemplar una reflexión que dejó sobre los abuelos: “Son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere”. La exhortación postsinodal “Amoris laetitia” (19.3.2016) subraya ya en su primer punto: “La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia. Como han indicado los Padres sinodales, a pesar de las numerosas señales de crisis del matrimonio, “el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia”. Como respuesta a ese anhelo “el anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia”. “Cuando las familias traen a los niños al mundo, los educan en la fe y los valores sólidos, y les enseñan a contribuir al bien de la sociedad, se convierten en una bendición para el mundo”, sostenía el papa Francisco.
4.La Educación: “Que nos sostenga, por tanto, la convicción de que en la educación se encuentra la semilla de la esperanza: una esperanza de paz y de justicia”, dijo en octubre de 2020. Su gran aportación en este campo es la propuesta de El Pacto Educativo Global lanzado en 2019 en el que invitaba a todos los agentes educativos a recorrer un camino, basado en el diálogo y la escucha atenta, para “promover un nuevo tipo de educación, que permita superar la actual globalización de la indiferencia y la cultura del descarte”.
Para ello, recordaba, es necesario conectarlo con la realidad que vive la escuela, en diálogo con su identidad y hacer partícipe a la comunidad educativa. El pacto insiste en la integración de las familias, en el trabajo en red con otros agentes educativos, porque el futuro es tan complejo que nadie puede abordarlo solo. Como pedía el papa en el lanzamiento del Pacto: “busquemos juntos las soluciones, iniciemos procesos de transformación sin miedo y miremos hacia el futuro con esperanza.”, pues «La educación es ante todo una cuestión de amor y responsabilidad que se transmite en el tiempo de generación en generación».
5.La Confianza y la devoción a San José: “Me gusta mucho San José. Es un hombre fuerte de silencio. En mi escritorio tengo una imagen de San José durmiendo. Incluso cuando duerme, cuida de la Iglesia. ¡Sí! Sabemos que puede hacer eso”, dijo el Papa Francisco el 16 de enero de 2015. Esta figura “nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en ‘segunda línea’ tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación” (Carta apostólica Patris corde, 8.12.2020). “Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace solo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él”. Y asumimos como una invitación directa, bien ligada al carisma, la responsabilidad de cuidar el don de la familia y su lugar en el plan de Dios: “El don de la Sagrada Familia fue confiado a San José, para que lo llevara adelante. A cada uno de ustedes y a cada uno de nosotros –pues yo también soy hijo de una familia- se nos confía el plan de Dios para llevarlo adelante. El Ángel del Señor reveló a José los peligros que amenazaban a Jesús y María, obligándoles a huir a Egipto y a establecerse después en Nazaret. Así, en nuestro tiempo, Dios nos llama a reconocer los peligros que amenazan a nuestras familias y a protegerlas del daño”.
A todos los cristianos, pero particularmente a los religiosos, nos ha recordado la dimensión profética de nuestra vida. Religioso como era, ha caminado junto a nosotros, ha dialogado con total confianza y transparencia, desde el corazón, soy testigo de ello. Con sus palabras de ánimo nos ha ayudado a comprender mejor nuestra vocación y misión en el mundo viviendo siempre un proceso de permanente conversión para hacer frente a la tentación de la “mundanidad espiritual”, viviendo en fraternidad, enamorados de Cristo. Ha tenido una mirada positiva y confiada en la vida consagrada, “un don para la Iglesia y el mundo”, y también muy realista denunciando sin medias tintas las tentaciones que nos acechan continuamente.
Cómo no recordar sus palabras: “Donde hay religiosos hay alegría”, nacida del encuentro con el Señor y, donde hay alegría, nace y renace siempre la esperanza. Estamos llamados a mostrar a todos el amor de Dios, a escuchar la realidad y a despertar al mundo. Para ello, siempre subrayaba, la necesidad de vivir enraizados en Cristo y como hermanos (“No es lo mismo vivir juntos que vivir en comunidad”) y la importancia de una formación integral, humana, intelectual, afectiva y espiritual que ayude en la integración, de forma madura, en la vida de comunidad y en la misión apostólica.
Su última encíclica “Dilexit nos” (24.10.24), sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesús, se revela para nosotros como el testamento último de un padre que desea que sus hijos vivan en plenitud, dejándose amar y amando sin límites. Un testamento que es testimonio, que es transmisión del corazón del padre al corazón de los hijos, de una herencia que no es material: es un amor para vivir, un amor para amar de forma concreta a las personas. Un amor “para hacer lío” y no andar “balconeando”, sin hacer nada ni compromiso alguno. Para ello hay un solo camino: conocer, creer, seguir e imitar a Jesucristo.
El papa Francisco fue reconocido por su estilo humilde y cercano, destacando su firme compromiso con los pobres, los más vulnerables, el cuidado de la casa común y sus continuas exhortaciones por la paz mundial, la superación de los conflictos y las guerras “derrotas de la humanidad” y la justicia como recordaba, una vez más, en último mensaje de Pascua, que no pudo leer personalmente. Su llamada constante de fraternidad y diálogo interreligioso lo convirtió en un referente no solo para los católicos, sino para millones de personas alrededor del mundo.
En el año jubilar de la esperanza nos recordaba el Papa: “La esperanza cristiana es confiar en que Dios camina con nosotros, incluso en los momentos más oscuros. No estamos solos porque Dios nos lleva de la mano y nunca nos abandona”. Él ejerció un indudable liderazgo moral como vicario de Cristo, no solo entre los católicos, honró con sencillez el mensaje evangélico, supo escuchar “el sonido ambiente” del mundo, la voz de la gente de la calle y buscó, no tengo duda de ello, una Iglesia más evangélica al servicio de la verdad y de la fraternidad en el mundo. Otros aspectos de su ministerio petrino quedan pendientes de la misericordia infinita de Dios y del juicio de la historia.
El papa falleció el lunes Pascua, el día después de haber bendecido a la ciudad y al mundo. En este tiempo pascual podemos despedirnos de él con una renovada alegría de vivir el Evangelio a la Luz de la Pascua, convencidos de que el santo padre seguirá acompañándonos desde el cielo y con las palabras de su Testamente: “Que el Señor dé la recompensa merecida a quienes me han amado y seguirán rezando por mí. El sufrimiento que se hizo presente en la última parte de mi vida lo ofrecí al Señor por la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos”. Santa Marta, 29 de junio de 2022.
Descansa en paz, papa Francisco.
Pido la bendición de Dios para cada uno de vosotros y vuestras familias. Vuestro hermano en JMJ,
Jesús Díaz Alonso, SF Padre general