NATÀLIA MANGADO- Es difícil participar en foros educativos y que no surja espontáneamente el peligro que supone la irrupción de la inteligencia artificial en el ámbito educativo. «Los alumnos ya no piensan por sí mismos», «los docentes serán reemplazados», «el esfuerzo personal se desvanece entre algoritmos» son afirmaciones que escuchamos a diario.
Estas, aunque comprensibles desde el desconcierto, corren el riesgo de nublar una realidad mucho más compleja y prometedora. Es momento de replantear el debate: no se trata de elegir entre humanos o máquinas, sino de cómo la IA puede colaborar en el día a día de la educación. El verdadero reto no es que los alumnos usen la IA, sino cómo la usan.
Aquí es donde el rol del docente se torna insustituible: guiar, contextualizar y enseñar a pensar con criterio frente a una tecnología que, por sí sola, no tiene ética ni intención educativa. Otro temor habitual es que el uso de la IA despersonalice la enseñanza.
Aquí es donde las escuelas Manyanet aportan un grado de distinción. Formamos parte activa del Comité Ético de Educación de la Federación de escuelas cristianas, donde se presentan dilemas morales. Paralelamente, participaremos en: I Congreso Internacional Synergy 2025: «Inteligencia Artificial, Ética y Derechos de la Infancia» y también estamos conectados con el programa Bienestar digital y menores y el proyecto de The Conversation para analizar qué relación tiene el uso de tecnologías e internet con la salud mental infantil y juvenil y cuenta con la colaboración de Cyberguardians, entidad dedicada a favorecer una vida digital más saludable.
Paradójicamente, una de las mayores virtudes de la IA es precisamente la posibilidad de personalizar el aprendizaje. Mientras que en un aula tradicional es difícil atender simultáneamente a treinta estilos cognitivos distintos, los sistemas inteligentes permiten adaptar contenidos, niveles de dificultad y formas de presentación a las necesidades de cada alumno.
Esto no reemplaza al docente, sino que le libera del peso de la uniformidad, permitiéndole centrarse en lo más importante: el acompañamiento humano, la motivación, el vínculo.
Algunas acciones concretas que realizamos en los colegios ayudados por aplicaciones de IA son: proyectos de comprensión interdisciplinares donde los estudiantes usan herramientas digitales para crear productos finales: podcasts, objetos de impresión en 3D, grabaciones en vídeo, etc. La integración del pensamiento computacional desde etapas tempranas permite incluir actividades de programación básica desde primaria. En estas sesiones, los estudiantes diseñan aprendiendo lógica computacional sin necesidad de conocimientos técnicos complejos.
Mediante nuestro programa de cultura de pensamiento, trabajamos las destrezas específicas que ayudan a seleccionar fuentes con nivel real de fiabilidad, espacios con suficiente prestigio y reconocimiento de las diferentes disciplinas académicas y foros representativos. Así aprenden a detectar sesgos, verificar la autoría de los textos y contrastar datos.
Proyecto sobre el impacto de la IA en las aulas
Nuestras escuelas Manyanet buscan entidades que puedan colaborar de manera efectiva y ofrezcan un servicio que se alinee con nuestros principios, permitiéndonos dar un paso más allá en nuestra propuesta educativa. Los claustros docentes y los equipos directivos se marcan como objetivo encontrar alianzas enriquecedoras.
Este curso 2024-25, el Colegio Santa María (Manyanet-Blanes) ha sido seleccionado por Educaixa para llevar a cabo un proyecto sobre el impacto de la Inteligencia Artificial en las aulas. Cabe destacar que se trata de una convocatoria en la que se eligieron cien centros de toda España, en relación con el interés de las propuestas presentadas y la excelencia de su planteamiento. Así pues, nos lanzamos a redactar un proyecto de investigación-acción sobre este tema que implicará a todo el Centro y fuimos seleccionados para recibir formaciones, materiales educativos y soporte económico para todo este proceso.
Previamente, se comenzó por la preparación del equipo docente, tanto a nivel técnico (distintas aplicaciones educativas de IA) como ético (por ejemplo, en torno a los límites de su uso). Después, ensayamos en las clases todo lo aprendido, compartiendo con el alumnado de secundaria conocimientos o habilidades y, también, reflexiones acerca de su implementación.
El proyecto ha incluido, igualmente, formaciones y charlas para las familias, intentando activar una auténtica comunidad de aprendizaje. La inteligencia artificial en educación no es una moda ni una amenaza ineludible, sino una oportunidad para hacer mejor lo que siempre hemos querido hacer: enseñar con más sentido, con más equidad y con más humanidad. La clave está en pasar del miedo a la responsabilidad, y de la sospecha a la construcción crítica.
La IA no es el fin del pensamiento, sino un nuevo comienzo para educarlo mejor. El desafío, por supuesto, no es menor. Requiere alfabetización digital crítica, formación docente continua y una reflexión ética profunda sobre los límites y usos de estas tecnologías. La IA no es el fin del camino, sino una nueva bifurcación que invita a repensar nuestras prácticas, renovar la mirada pedagógica y profundizar en lo que realmente importa: formar personas capaces de comprender, crear y convivir.