Queridas familias...

Una de las grandes intuiciones

Una de las grandes intuiciones pedagógicas del P. Manyanet fue destacar el papel primordial de la familia en la educación y, al mismo tiempo, la necesidad de trabajar de un modo coordinado y coherente con la escuela, concebida también «como familia». La escuela ha de ser como «la prolongación del hogar», un espacio seguro donde los niños/as se sienten acogidos, escuchados, amados como en la propia casa. Para hacer realidad este «sueño» es importante, en primer lugar, que la propia familia sea un ámbito de amor y de crecimiento integral y la escuela, en todos y cada uno de sus miembros, sea una prolongación y un enriquecimiento de todas las buenas virtudes y valores aprendidos en casa. E, independientemente de la realidad familiar que en muchos casos presenta una gran complejidad en sus relaciones, la escuela debe ser un ámbito de «familia», de acogida, escucha, atención personalizada, acompañamiento en el crecimiento intelectual y moral de los alumnos.

No podemos olvidar que, en realidad, «todos somos hijos» y esta primera identidad es profundamente relacional, lo cual, abre al encuentro con los demás, en primer lugar, los miembros de la propia familia. Si somos hijos es porque hemos sido engendrados a la vida que se nos ha dado como un don y, al mismo tiempo, significa que somos hermanos y esto vale en el sentido «carnal», biológico y también «espiritual» (cfr. Mt 12, 46-50). Somos familia porque la comunión familiar es la relación más profunda, el ámbito en el que somos queridos, deseados, engendrados, acogidos, amados… por lo que somos, no por lo que hacemos o aparentamos. Fomentar un clima de diálogo en familia en este sentido «amplio» ensancha el corazón y nos permite ver en el alumno, el compañero de trabajo, el amigo… al hermano, al hijo de Dios con quien comparto parte de la vida y convivo día a día.

Esta dimensión del «ser familia» no es, para nosotros, una cuestión del pasado, al contrario, mantiene una actualidad cada vez mayor. Sobre el fundamento de la familia, tanto en el ámbito de la sangre como del espíritu, se construye el futuro de la persona y de la sociedad. Por eso «caminamos con esperanza» fomentado en todos los ámbitos de relación, particularmente escolar, la escucha atenta, los momentos compartidos «en familia», la oración y la celebración, el trabajo y los proyectos. El «ser familia» y, desde esta experiencia profundamente humana, «caminar con esperanza» en medio de la sociedad favorece la participación activa en la transformación de la realidad, la transmisión de valores y de la experiencia de fe, de las tradiciones y la cultura. Todos somos responsables y tenemos la misión de vivir activa y creativamente esta dimensión fundamental de nuestra existencia. Cuidar la familia es cuidar el futuro.

Feliz curso, familia.

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