Entre líneas

¿Borrar a Cristo?

En el pasado mes de agosto las redes, que siempre arden por fas o por nefas, «ardieron» por un tema referido a Cristo y que, por tanto, me interesó. La marca Porsche celebra sus 60 años de existencia y grabó un anuncio en Lisboa para celebrarlo. Digo yo que, siendo una marca alemana, podría haber escogido cualquier paraje alemán bonito. Pero escogió, para lanzarlo los primeros días de agosto, Lisboa. ¿Y qué había en Lisboa en esas fechas? Pues las JMJ. Cierto que los que asisten a las JMJ no debían estar muy pendientes de los anuncios nuevos, pero nada es casual en el mundo publicitario.

Y algún publicista nefasto (o hipercorrecto políticamente hablando) tuvo la ocurrencia de borrar, cuando el coche pasa velozmente por una carretera en que a lo lejos se divisa, la imagen de Cristo. Lisboa tiene la imagen de Cristo Redentor y nace de una sana envidia. Me explico: en 1934 el cardenal de Lisboa visitó Río de Janeiro y quedó fascinado con el Cristo de Río. Y quiso uno igual o, por lo menos, parecido. A su vuelta comunicó la idea al Apostolado de la Oración, que empezó a recoger dinero para hacer realidad ese sueño. En 1940 los obispos de Portugal se reunieron en Fátima y ante la Virgen hicieron dos cosas: pedir a Dios la paz y que Portugal no entrara en la 2.a guerra mundial y comprometerse a construir el Cristo. Con esfuerzo, la primera piedra se puso en 1949 y en la fiesta de Pentecostés de 1959 se inauguraba el Cristo. Para esa fiesta, ¡hasta trajeron la Virgen de Fátima! Hoy, el Santuario Nacional de Cristo Rey es uno de los monumentos religiosos más queridos por los portugueses y un mirador extraordinario.

Bien, pues a Porsche toda esta historia le importa un comino. Pero los portugueses han montado en cólera y la marca alemana ha tenido que rectificar. Ha pedido disculpas oficialmente: «En una versión anterior del vídeo de lanzamiento del 911 S/T, se eliminó un punto de referencia. Ha sido un error y pedimos disculpas por cualquier ofensa causada», declaró la firma.  

No sé si reírme o llorar ante ese eufemismo «un punto de referencia» para no usar la palabra Cristo. Pero todo esto también nos habla entre líneas porque es fácil cargar contra Porsche o decir que están majaras. El caso es que también nosotros (por lo menos en Europa) estamos borrando a Cristo.

De nuestras palabras: porque escasean ya mucho, expresiones, antes tan oídas, como «gracias a Dios», «si Dios quiere» y similares…

De nuestros objetos: porque raro es el chico o chica que lleva una medalla colgada (de aquellas que te ponían de pequeño y te acompañaban de por vida), la casa que tiene una santa cena en el comedor y crucifijos en las habitaciones o, es igual, cualquier signo cristiano. Y a veces, cuando los ves en alguien, tienen un marcado carácter supersticioso. En los colegios, que son un microcosmos, ves de todo: por ejemplo, un recordatorio de primera comunión… ¡con Harry Potter! Porque al niño le decía mucho, me explicó la madre…

De nuestros gestos: como bendecir la mesa o hacer la señal de la cruz. Recuerdo una comida familiar en la que se sentaban a la mesa una evangélica y una árabe, novias efímeras de mis adolescentes sobrinos. Mi madre, ya mayor, les explicó que en casa se bendecía la mesa, que ella las respetaba, pero debían respetar que estaban en una casa católica. Debo decir que, en aquel momento, yo hubiera prescindido del signo. Mi madre no y ello me admira hoy profundamente. Y esas novias mantuvieron una compostura respetuosísima.

De nuestras fiestas: porque muchos domingos no hay tiempo para Dios o ya no se celebran misas en graduaciones, bodas de plata, funerales, etc.

Aprendí de niña que los signos pueden cambiarse, pero que vivimos de signos porque estos nos remiten a «lo invisible». Y si borramos los signos… olvidamos «lo invisible», así de fácil. Que tenemos muy, muy poca memoria…

Hoy Jesús, en Europa, por lo menos, no resulta políticamente correcto. La fe expresada incomoda. ¡Es de mal gusto! Pero solo los muy necios pueden creer que basta con no hablar, con borrarlo digitalmente para que su amor nos abandone. Como dijo el Papa en Lisboa somos amados tal como somos, sin maquillaje.

¿Y quién puede borrar tanto amor? A mí toda esta situación me recuerda a veces cuando, tras la revolución francesa, el parlamento votó la existencia de Dios. Ganó por un voto y Dios aún debe reírse.

Pero no estaría de más que a nuestros hijos les transmitiéramos signos cristianos. Es una riqueza, un don. Y un signo de fidelidad.

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